Nací en una ciudad del interior de Córdoba – Argentina, donde cruza un río, hay un sendero con vistas muy bonitas y nos conocemos casi todos los vecinos. Desde niña, siempre fui curiosa y activa. Y hoy… todo lo novedoso y desconocido me enciende, me invita a explorar, aprender y desafiarme constantemente.

Creo que ese contexto despertó mi asombro profundo por la naturaleza. Mis momentos más reflexivos suelen surgir cuando la observo: un paisaje, el color de un árbol, el movimiento del viento. Hay algo en ella que me recuerda lo pequeña que soy en un universo inmenso, y eso me conecta con una sensación de humildad y asombro que me inspira. 

¿Cómo llegué del amor por la naturaleza a la psicología?

La conexión fue más natural de lo que imaginaba… Estudié Psicología en la Universidad Nacional de Córdoba y, no conocía bien por qué elegí mi carrera en ese momento. Mientras la transitaba, fui descubriendo las razones detrás de mi elección. Aunque tenía facilidad para relacionarme con otras personas y escuchar con apertura, lo que realmente descubrí es que los encuentros humanos me despiertan una pasión única. La cercanía con otras personas me acerca a mí misma, porque al final de cuentas, la naturaleza humana es igual de asombrosa que la naturaleza que observamos afuera.

Un camino de aprendizaje (y de incomodidad) 

Durante mi carrera y mis primeros años trabajando, me encontré con momentos en los que sentía que las herramientas tradicionales no bastaban, ni para mis pacientes ni para mí misma. Había días en los que la incomodidad me desbordaba: la sensación de no ser suficiente, de no tener respuestas claras o de querer evitar ciertas emociones difíciles. En esos momentos, mirar la naturaleza me ofrecía una perspectiva distinta. La veía en su imperfección perfecta: un árbol torcido que crece fuerte, un río que fluye incluso con obstáculos. Me recordaba que no se trata de luchar contra lo que somos, sino de aprender a fluir con nuestras propias imperfecciones. Y así, al igual que la naturaleza, aprendí a dar espacio a mi incomodidad y a encontrar en ella una parte esencial de mi propia humanidad.

Mi curiosidad me llevó a buscar más. Me acerqué a clases, talleres, grupos y a estudiar enfoques distintos. Viaje y migré para encontrar otras perspectivas.  Y fue en ese camino que me encontré con las terapias contextuales. Ahí, también me encontré a mí misma.

Fue mirando mis incomodidades donde, paradójicamente, me sentí más cómoda. Aprendí a hacerles espacio en mi vida, a dejarlas estar sin luchar contra ellas. Porque, a decir verdad, la incomodidad me visita casi todos los días. Y, aun así, vivo mi vida plenamente, lo cual vale mucho la pena.

Te acompaño a transformar tu relación con la incomodidad

Quizás te sientas identificada con esto: luchamos contra lo que nos incomoda porque creemos que no debería estar ahí. Pero, ¿y si en vez de luchar, aprendiéramos a convivir con ello? A hacerle un lugar y a seguir avanzando en la dirección de lo que realmente importa.

Como psicóloga, te ofrezco un espacio cálido y seguro donde puedas descubrir tus valores y reconectar con ellos, aprender a hacer espacio para tus emociones difíciles y empezar a actuar con mayor libertad hacia la vida que querés vivir. Porque no se trata de eliminar la incomodidad, sino de vivir plenamente a pesar de ella.

Si estás lista/o para dar ese paso, aquí estoy para acompañarte.

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