Ansiedad desde una mirada contextual

Estás en lo cierto si crees que la ansiedad se trata de una compañera dificil pero también sabrás que es una experiencia que viven personas de las más variadas culturas y sociedades. Si nos detenemos a observarla y explorar cómo se presenta podrás también descurbir que está llena de significado.

La ansiedad es esa sensación incómoda que se cuela en el pecho, acelera la respiración y llena la mente de “¿y si…?”. Tal vez te suene familiar. Es como ese invitado que llega sin aviso, se sienta en el sillón y aunque luches para que se vaya, no quiere irse. 

 Desde la psicología contextual, la ansiedad no es vista como un enemigo que debemos vencer, sino como una parte natural de nuestra experiencia humana. De hecho, la ansiedad tiene una función: nos avisa que algo importa, que algo está en juego. El problema surge cuando, en lugar de aceptar su presencia, hacemos todo lo posible por evitarla o controlarla.

Pensá en esto: ¿cuántas veces la ansiedad te llevó a evitar algo que realmente querías? Tal vez rechazaste una oportunidad porque el “qué pasará” era demasiado abrumador, o tal vez preferiste quedarte en tu zona de confort para evitar enfrentarte a esa sensación incómoda.

Desde el enfoque contextual hay 4 puntos claves para cambiar tu relación con la ansiedad. ¿Cómo?

  1. Aceptarla, no combatirla
    La ansiedad es como una ola: mientras más luchás contra ella, más fuerte parece. Pero si aprendés a surfearla, podés seguir avanzando hacia donde querés ir. No se trata de resignarte, sino de reconocer que esa sensación puede acompañarte sin detenerte.

  2. Reconectar con tus valores
    Cuando la ansiedad aparece, es porque algo importante está en juego. Preguntate: ¿Qué me importa tanto que esta sensación se activó? Tal vez es el miedo a fracasar en un proyecto, pero eso solo ocurre porque ese proyecto realmente importa. Usá esa señal como una brújula para reconectar con tus valores y con lo que querés construir.

  3. Tomar acción, a pesar del miedo
    La ansiedad no desaparece antes de dar un paso; muchas veces, disminuye cuando ya estás en movimiento. Ese primer paso puede ser pequeño: una llamada, una conversación o simplemente reconocer la incomodidad. Lo importante es que esté alineado con lo que te importa.

  4. Hacer espacio para las emociones
    La psicología contextual nos enseña a dejar espacio para lo que sentimos, incluso si es incómodo. ¿Qué pasaría si dejás de luchar contra la ansiedad y, en cambio, le das un lugar? Podés decirte: “Hola, ansiedad, te veo. No me gusta que estés acá, pero no voy a dejar que me detengas en hacer esto que es tan importante para mi”.

💡 Reflexionemos juntas/os:
La ansiedad no tiene que ser un obstáculo insuperable. Es una señal de que estás viva, de que te importa lo que estás haciendo, y aunque puede incomodar, no tiene que definir tus pasos.

En terapia  podríamos crear un espacio de conexión con vos misma/o para observar  ¿Cómo te relacionás con tu ansiedad? y poner en práctica esos pasos que podrías dar hoy, incluso con ella como compañera y comenzar a convivir de una manera más liviana y plena.

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